Localización
Se sitúa esta localidad, superando en altura a todas las del concejo con 1250 m., y su casco urbano se yergue sobre un terreno montuoso y escabroso que Madoz califica de mala calidad, sin embargo, resalta la buena calidad de sus aguas. Llombera la separan de la capital del concejo unos 7 km. tomando el desvío en Huergas y limitan sus términos por N. con los de Santa Lucía, por el O. con los de La Pola y Huergas, por el S. con los de Rabanal y Brugos de Fenar y por el E. con los de Orzonaga.
Etimología
El origen etimológico del topónimo “Llombera”, pudiera ser, si se tiene presente la voz expresada en las primeras citas documentales conocidas, como “Plombera”, que derivase de plumbum (plomo), y que pudiera quedar justificado por la existencia de unas minas de éste mineral que al parecer hubo remotamente en la zona. Otra posibilidad es que este toponímico se enclave entre los comprendidos en el grupo de nombres de lugar con significado o mención de alturas y por tanto derive del latín lumbus (loma), más el sufijo colectivo aria (era), por lo cual Llombera tendría significado de “altura del suelo”, “loma”, justificado, en todo caso, puesto que emplazado de la localidad, en el extremo oriental del concejo, lo hace sobre lo alto de una collada y las aguas de sus arroyuelos vierten hacia dos cuencas distintas, parte a la del río Bernesga y parte a la del Torio.
Historia
Llombera se cita como Plombera en el “Libro Gótico” del Archivo de la Catedral de Oviedo, en hitación referida al año 361 de nuestra era, con motivo de señalarse los límites de la diócesis de Oviedo, “Per illa Uite. Per uillar de Frates. Per Plombera”. La existencia en sus proximidades del lugar denominado como el castro donde, parece ser, que se han encontrado restos, o del lugar llamado Vega honda o Vegafonda, hace todo suponer que Llombera debe de incluirse en la nómina de los pueblos más remotos de Gordón.
Y entre la exigua población de esta localidad allá a mediados del s. XVIII (año 1761), se funda, al igual que en otras poblaciones del concejo, una cofradía aquí denominada de “Nuestra Señora de la Encarnación”, cuyo último fin consistía en el auxilio de los enfermos.
De entre los aspectos monumentales a destacar, deben de reseñarse como sus edificios más relevantes son, sin duda, los de carácter religioso, así la recoleta iglesia parroquial dedicada a San Pedro es sin duda el primero de sus monumentos, seguida de la pequeña ermita del Santo Cristo de los Remedios.
Pero esta población aún no había despegado como agrupamiento poblacional relevante a mediados del s. XIX, pues así se desprende cuando al describirla Madoz en su “Diccionario”, asevera que disponía de diecisiete “chozas”, término escasamente empleado por este autor y que posiblemente lo trajera aquí a colación para describir de manera más gráfica las construcciones de esta localidad, que debían tener todas sus casas cubiertas con tejados de paja.
Sin duda Llombera, al igual que otras localidades del concejo, deben su crecimiento poblacional a las explotaciones de carbón, que se produce a finales del s. XIX, en un principio aportando, tanto los territorios donde se efectúan dichos trabajos, como las primeras personas que se dedicaron al laboreo minero y después integrando en sus poblaciones a los distintos grupos humanos que recalaban aquí en busca de un mejor modo de vida.
Esta población, como otras del concejo, no está exenta de leyendas y entre los de este lugar se encuentra arraigada la del “Tesoro”, que se repite de viva voz siguiendo los trazos generacionales con el dicho: “Entre Tamba, Tambica y Tambicón, hay un tesoro que vale más que la ciudad de León”. En términos de Llombera, maticemos, se localiza un paraje cuyo topónimo responde a la voz Tamba. De la intensidad de la leyenda dice bastante el refuerzo que suscita otra que trata del mismo contenido pero, ahora, con distinta expresión: “El tesoro de la Portilla ha de salir a punta de reja o a resbalón de oveja”.
Texto: Don Pío Cimadevilla Sánchez.