Ubicado en la comarca de Bernesga, en el municipio de La Pola de Gordón, el Encinar de Llombera se asienta como un espectacular bosque de encinas que se extiende majestuosamente sobre laderas calizas. Este enclave natural es accesible desde la carretera que parte de Huergas de Gordón hacia el pueblo de Llombera, localizado en la ladera sur. Para aquellos ansiosos por contemplar la belleza de este espacio, una buena panorámica se ofrece desde la entrada a Llombera, y se puede acceder al encinar desde varios puntos a lo largo del trayecto entre esta localidad y sus vecinas.
Reconocido como uno de los encinares de mayor tamaño y mejor conservación en toda la provincia, el bosque se extiende a lo largo de aproximadamente cuatro kilómetros, abarcando una banda de unos quinientos metros de anchura. Las encinas, robustas y vigorosas, desafían el terreno rocoso y escaso en suelo, destacando por su porte y su resistencia.
Este ecosistema es particularmente único en la Montaña Cantábrica, donde los suelos más secos son el dominio exclusivo de estas encinas, mientras que hayas, abedules y robles suelen prevalecer en otras zonas. La escasez de agua, atribuible a diversos factores como la orientación sur, la naturaleza caliza del terreno y la inclinación del mismo, define este hábitat. Las encinas cantábricas, por tanto, encuentran su nicho sobre sustratos calizos, beneficiándose de la capacidad de la caliza para absorber y retener el calor solar. Sin embargo, los periodos de heladas que se extienden hasta bien entrada la primavera inhiben la floración y la formación de bellotas.
Al otro lado de la ladera, frente al encinar, la vegetación cambia drásticamente, dando paso a una densidad dominada por robles. En estos suelos, ninguna otra especie arbórea ha logrado imponerse ante la encina, aunque sí se encuentran arbustos espinosos y una variedad de plantas herbáceas, entre las que resaltan especies aromáticas como el espliego, la lavanda y diversos tipos de tomillo. Estas condiciones ecológicas, casi mediterráneas, se reflejan en la composición tanto de la vegetación como de la fauna, que recuerda a la de latitudes más al sur, a pesar de que también conviven con especies típicas del norte, gracias al gradiente de humedad que persiste en verano.
Además del encinar, en Llombera se pueden encontrar otros hábitats de interés como los cortados calizos y los canchales, hogar de comunidades vegetales altamente especializadas, adaptadas a la extrema sequedad o al constante movimiento del sustrato rocoso.
El área, de interés botánico y científico y con un valor geográfico a nivel regional, muestra una fragilidad baja y requiere medidas de conservación, aunque actualmente no cuenta con figuras de protección específicas. La amenaza principal proviene de la minería, aunque la explotación de recursos como la madera y la caliza ha sido históricamente mínima, permitiendo que el encinar mantenga un estado de conservación óptimo, lo que se refleja en una flora y fauna variadas y diversificadas.
Para los visitantes, se recomienda explorar este paisaje en primavera, cuando el clima es más benévolo. Se aconseja evitar las horas centrales del día en verano debido a las altas temperaturas. Es importante tomar en cuenta que no existen senderos marcados y el terreno puede presentar dificultades, como canchales con rocas sueltas, por lo que se debe contar con calzado apropiado para la travesía.