En el corazón de La Vid, junto al susurro de las voces cotidianas y las campanas de la iglesia, se alza la Torre de la Vid, custodio silencioso de historias y épocas ya idas. Esta torre, de aspecto austero y espíritu inquebrantable, es una joya arquitectónica de carácter defensivo que aún guarda el pulso del pasado en su estructura de piedra.
De planta cuadrada y muros de mampostería que se ensanchan hasta 1,20 metros de espesor, la torre se impone en el paisaje urbano con sus dos niveles de altura. Su presencia es un recordatorio constante de los tiempos en los que la defensa era un arte y la protección una necesidad. El acceso a su interior, aunque vedado por ser propiedad privada, se vislumbra como un arco de medio punto que promete llevar a los visitantes a un viaje a través del tiempo.
Aunque su contemplación directa está limitada por las edificaciones cercanas, la torre no deja de cautivar a aquellos que la observan desde el campanario adyacente. Desde esa altura, la torre revela su figura imponente, y es posible apreciar las saeteras estratégicamente ubicadas que, en otro tiempo, sirvieron para la vigilancia y la defensa.
Pero no solo su estructura llama la atención, sino también el misterioso grabado en su fachada este, que incita a la curiosidad y el asombro. Este detalle, quizás un vestigio de algún simbolismo olvidado o un sello de quien la erigió, otorga a la Torre de la Vid un carácter único, evocando interrogantes sobre su origen y la historia que ha presenciado.
En 1949, la importancia histórica y cultural de la torre fue reconocida oficialmente cuando fue declarada Bien de Interés Cultural. Este reconocimiento no solo asegura su preservación, sino que también honra su papel como testigo de la historia y como monumento digno de ser protegido y valorado.
Para los visitantes de La Vid, la torre es más que un punto en un itinerario turístico; es una puerta a la comprensión de la vida medieval y un monumento que inspira a imaginar las vivencias de aquellos que, hace siglos, caminaron bajo su sombra. Cada piedra, cada saetera, cada grabado de la Torre de la Vid es un capítulo de un libro abierto al cielo, esperando ser leído por quienes tienen la voluntad de mirar más allá de lo evidente.
A pesar de las barreras físicas y temporales, la Torre de la Vid permanece como un faro de historia y arte, invitando a quienes se acercan a ella a elevar la mirada y a descubrir las maravillas de nuestro legado cultural