En la Ruta Norte del Camino de Santiago, que se dirige hacia la majestuosa San Salvador de Oviedo, se encuentra uno de los legados más impresionantes de la ingeniería antigua: la calzada romana de la Collada de San Antón. Este camino empedrado, ubicado en Buiza, es un testimonio elocuente de la presencia romana en la Península Ibérica y una pieza clave en la red de rutas que tejieron los romanos a lo largo de sus dominios.
Pisar la calzada romana es como retroceder en el tiempo y caminar sobre las huellas de aquellos que, hace más de dos milenios, expandieron un imperio. La calzada, cuidadosamente construida con piedras firmemente asentadas, atraviesa la Collada de San Antón, sirviendo de atalaya natural y punto de encuentro entre diferentes territorios. Se extendía como parte de una vasta red de comunicaciones que no solo facilitaba el desplazamiento de legiones, sino que también promovía el comercio y el intercambio cultural.
La ingeniería de la calzada, característica de la maestría romana, muestra un diseño funcional que ha resistido el paso del tiempo. El pavimento, con su base de piedra y capas de material consolidado, proporcionaba una superficie estable para el tránsito de carros y peatones. Los romanos no solo buscaban la eficiencia en sus construcciones sino que también entendían la importancia de la durabilidad, algo que la Collada de San Antón demuestra con su buen estado de conservación.
Esta calzada romana no es solo una reliquia arqueológica; es una vía viva que sigue siendo parte del Camino de Santiago. Peregrinos de todo el mundo transitan por ella cada año, buscando espiritualidad, aventura o simplemente la belleza del paisaje que la rodea. Al caminar por este antiguo sendero, los peregrinos se conectan no solo con la naturaleza y la historia, sino también con la cadena ininterrumpida de viajeros que a lo largo de los siglos han buscado un propósito mayor.
Al visitar la calzada romana en la Collada de San Antón, se puede experimentar una mezcla única de asombro y serenidad. La calzada actúa como un puente entre la historia antigua y la tradición moderna, entre el pasado y el presente, y entre la naturaleza y la civilización. Es un recordatorio de que, a pesar de los cambios que trae el tiempo, hay caminos que permanecen, invitándonos a seguir adelante, inspirados por las historias de aquellos que los recorrieron antes que nosotros.
La Collada de San Antón y su calzada romana son, por tanto, más que un sitio arqueológico; son un punto de encuentro de culturas, de épocas y de personas. Nos invitan a reflexionar sobre nuestra propia jornada en la vida y a apreciar la trascendencia de las vías que nos han llevado hasta aquí. Así, cada paso sobre estas piedras milenarias es un diálogo con la historia y un homenaje a la capacidad humana de construir caminos que unen el mundo.